Confianza: territorio peligroso


Hablamos hasta el amanecer, bebiendo. Cogidos de la mano, íbamos siguiendo entre los dos las huellas de mis recuerdos, los analizamos, los reconstruimos. Hay fragmentos que yo soy incapaz de recordar. Al pisarlos, el Señor-pájaro-que-da-cuerda se aturde en silencio, bebe otros tragos más. Es un territorio peligroso. Desistimos de seguir explorándolos, nos retiramos con precaución, y avanzamos hacia terrenos más seguros.


Quiero saberlo todo sobre él. Yo no le oculto nada, se lo digo todo. Pero el Señor-pájaro-que-da-cuerda, sin palabras, niega sacudiendo la cabeza. Jamás se lo ha explicado a nadie. Durante quien sabe cuantos años lo ha mantenido como su propio y exclusivo secreto.


-Todas las cosas deben de ser contadas cuando llega el momento. Si no, uno sigue eternamente encadenado a su secreto. -


Cuando se lo digo, el Señor-pájaro-que-da-cuerda me mira como si estuviera contemplando una escena lejana. Algo emerge de sus pupilas para, acto seguido, sumergirse despacio. Tal vez piensa algo como “Yo no debo poner punto final a nada. Son ellos quienes tienen cosas que liquidar, no yo”


Finalmente dice: - Si te lo contara, acabaríamos compartiendo esta historia. ¿No es así? Pero en realidad yo no sé si esto es lo correcto. Si destapara la caja, tú te verías involucrada en esta historia ¿Es lo que me estas pidiendo? ¿Quieres saber lo que yo no he conseguido olvidar a toda costa, a costa de cualquier sacrificio?-


-Sí- le dije – Quiero compartirlo todo contigo, sea lo que sea. No quiero que me ocultes nada. Para eso somos amigos , no?-

El Señor-pájaro-que-da-cuerda toma otro sorbo. Cierra los ojos. Reina el silencio, como si el tiempo se distendiera. Él duda.


Tal vez algún día me lo cuente. Poco a poco. Pedazo a pedazo. Algunas partes de la historia estarán enseguida en movimiento, otras , permanecerán eternamente inmóviles.

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