Promesas etereas.
Sin decir palabra, La Chica imantada le tomó de la mano y se la apretó suavemente. Su mano no era exactamente pequeña, pero era suave,temblaba un poco, y se encontraba helada, como si tuviese frío. Por su toque ,El Señor-Pájaro-que-da-cuerda sabía que ella le invitaba, le engullía , le expulsaba…. Él no podía frenar aquella obsesión. Volvió a cerrar los ojos con fuerza y dejó que pasara aquel espeso grumo temporal. Bajó la cabeza y esperó pacientemente a que aquella ráfaga de aire cálido soplara a tráves de su cabeza y se desvaneciera.
AL cruzar por delante del espejo miró involuntariamente y vió su rostro reflejado en él. Tenía una expresión extraña. Era su cara, sin duda, pero aquella no era su expresión. De todas formas no le daba la gana retroceder y comprobarlo.
De pie, de entrada a su departamento, La Chica Imantada se despidió de él. Incluso le dijo adiós con la mano, cosa extraña en ella.
Pero al final, como muchas bellas promesas que hacemos en esta vida, la de salir a cenar juntos nunca se cumplió.
Y a principios de Febrero recibió una carta de La Chica Imantada.
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