Viajeros espaciales.


Al final lo comprendí.
Eramos amigos, pero en definitiva , no éramos más que dos solitarios pedazos de metal trazando su propia órbita cada uno. Desde lejos parecían bellos como estrellas fugaces.
En realidad, solo éramos prisioneros sin destino encerrados cada uno en su propia cápsula.
Cuando las órbitas de los dos satélites se cruzaban casualmente, nos encontrábamos.
Quizás simpatizábamos.
Pero sólo duraba un instante.
Momentos después volvíamos a estar inmersos en la soledad más absoluta.
Y algún día arderíamos y quedaríamos reducidos a nada.

Comentarios

  1. me gusta mucho ésto, me recuerda muchas cosas, me gustaría q me dejaras hacer un re-post de ésta entrada en mi blog. saludos

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