En una tiniebla de Junio.
Recuerdo que aquel alba de Junio me desperté gritando. El corazón me batía bajo el pecho como si el alma quisiera abrirse camino y echar a correr escaleras abajo. El Señor-Pájaro-que-da-cuerda acudió de prisa a mi habitación y me sostuvo en sus brazos , intentando calmarme.
-No puedo acordarme de su cara , no puedo acordarme de la cara del Chico Espejo- murmuré sin aliento.
El Señor-pájaro-que-da-cuerda me abrazó con fuerza
-No te preocupes Chica Imantada. Yo me acordaré por los dos-
Nos miramos en la penumbra, buscando palabras que no existían.
Aquella fue la primera vez en la que me di cuenta de que el Señor-pájaro-que-da-cuerda siempre estaría distante a pesar de tenerlo cerca, y de que sus ojos, ojos de niebla y pérdida , siempre miraban atrás. De pronto, se levantó y corrió las cortinas para que entraran los primeros rayos de luz.
-Anda, Chica Imantada, vístete. Quiero enseñarte algo.- dijo
-¿Ahora? Pero si apenas y son las 6 am-
-Hay cosas que solo pueden verse entre tinieblas – continuó esbozando una sonrisa enigmática que parecía tomada de algún tomo de Carrol.
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