Mañanas cálidas


En estas mañanas de invierno cierro mis ojos y deseo poder despertar de nuevo en una cálida mañana de verano. Esas mañanas en las que te despiertas no por la alarma del despertador sino por el suave toque del sol en tu hombro. Tu cobertor esta ahí, en el suelo y tú estas rodeado de un dulce y amarillo rayo de sol y una mezcla de calor y una brisa entrando por la ventana.

Las podadoras resuenan y los pájaros cantan mientras tus párpados aletean y te preguntas si aún estas soñando. Todo fluye como si estuvieses flotando en la cima del mar , las olas liberándote del peso de tu cuerpo. Eres una corriente de aire, un fantasma.

Tus huesos se han evaporado y no queda nada mas que la colección de moléculas que han sido cosidas con oxigeno. Todo lo que queda es tu alma , esa colección de sueños y esperanzas que ya no se encuentran enterradas bajo tu piel.

Que dulce es ser todo y ser nada al mismo tiempo. Marcharse, pero quedarse por siempre y para siempre.

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