- No tienes nada que temer de mi, niña imantada .Soy tu amigo Su tacto era reconfortante. Me dejé guiar de nuevo a la sala y tomé asiento dócilmente, como un niño esperando las palabras de un adulto. El señor-pajaro-que-da-cuerda- se arrodilló junto a la butaca y posó su mirada sobre la mía. Me tomó de la mano y la apretó con fuerza. -Quieres vivir? Quise responder pero no encontré palabras. Me di cuenta de que se me hacia un nudo en la garganta y los ojos se me llenaban de lagrimas. No había comprendido hasta entonces lo mucho que ansiaba seguir respirando, seguir abriendo los ojos cada mañana y poder salir a la calle para pisar las piedras y ver el cielo, y sobre todo, seguir recordando. Asentí. -Voy a ayudarte, chica imantada. Solo te pido que confíes en mí. Acepta mi oferta. Déjame ayudarte. Déjame entregarte lo que más deseas. Esa es mi promesa. Asentí de nuevo. El señor-pájaro-que-da-cuerda sonrió y se inclinó sobre mi para besarme en la mejilla. Tenía los labios frios como ...