Metí mis cosas en mi bolsa, comprobé que la puerta estuviese bien cerrada y el celular prendido y salí del lugar tambaleándome. Y, poco después, advertí que estaba ya andando por las calles de invierno, caminando a dios sabe donde. Caminaba bajo el cielo estrellado haciendo tintinear las llaves cuando empecé a derramar lágrimas, una tras otra. La calle, mis pies, y la hilera de casas se veían cálidamente distorsionados. Pronto me quedé sin aliento, casi me muero. Sentía algo oculto en el fondo de mis pupilas, iba enfriándose deprisa al ser expuesto al viento. No podía ver con claridad ni los postes eléctricos, ni los faroles, ni los coches estacionados, ni el cielo negro que se presentaban siempre ante mis ojos. Todo brillaba irrealmente, bonito y deformado, como una ilusión y se acercaba a mis ojos con rapidez. Sentí que, sin poder evitarlo . la energía salía a raudales de mi cuerpo y desaparecía con un silbido en la oscuridad. Desde el fondo de mi corazón quería renunciar a la vida, ...